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Desde el Corazón de la Comunidad

DEL CORAZON DE LA COMUNIDAD
El camino comunitario:  El Ángel Custodio

<< El que encuentra un amigo, encuentra un tesoro >>

La “amistad verdadera” es el lema que guía nuestro año comunitario. La amistad es la primera palabra concreta que escucha un joven cuando entra en la Comunidad. ¡Alguien todavía tiene el coraje de creer en él!  La amistad de los hermanos, que  se ciñe en torno a él es la primera gran fuerza para  volver a elegir la vida.


La amistad verdadera que  encuentras cuando llegas a la Comunidad, luego de muchos años vividos en la falsedad y los intereses, es la “primera palabra” que te toca el corazón.  Tu vida había llegado a ser un peso para todos, un peso hasta para ti ¡y sin embargo para los hermanos que te reciben es un don!  Esto te asombra: alguien todavía tiene el coraje de creer en ti aunque estés “hecho pedazos”, creer que lo puedes lograr y te da la mano para comenzar un camino  que no es fácil, pero es verdadero, un camino hacia la Resurrección.
Cuando entras en una fraternidad  te  encomiendan a un joven que le decimos el “ángel custodio”. Es un joven que era como tú, con muchos problemas y heridas y que ahora, luego de un tiempo de camino,  te cuida a ti.
El “ángel” en la Biblia es la presencia de Dios que  se acerca al hombre.  Nuestra vida es tan  preciosa a sus ojos que Él nos cuida personalmente, nos custodia con su presencia de Padre, vela por nosotros confiándonos a la protección  especial de un ángel, nuestro amigo verdadero.
El “ángel custodio” comunitario, el hermano que te sigue como una sombra benéfica cuando llegas a la Comunidad, también  se transforma en tu primer amigo, el que te explica las cosas con paciencia, el que te ilumina en los primeros pasos difíciles del camino, el que te protege  dialogando contigo en los momentos en que la tentación del mal es más fuerte, ayudándote a luchar por el bien, poniendo su voluntad de bien junto a la tuya cuando estás más frágil.  Es ese hermano  que está preparado para tenderte  una mano a cualquier hora del día o de la noche: su presencia cercana es el signo concreto de que Dios  y la Comunidad aman tu vida, te cuidan, creen en tu renacer. ¡No estás más solo para  enfrentar las luchas y batallas de la vida!  En algunos momentos su presencia te da un poco de fastidio porque  tienes la sensación de que “no eres libre”, pero en realidad él es una ayuda a tu libertad, cuando  frente a las tentaciones del mal, del pasado, de la droga, te sientes débil, vacilante, frágil.
Ser “custodiado” y hacer el “ángel custodio” son una expresión concreta de las dos realidades fundamentales sobre las que rota la vida entera:  la necesidad de ser amado por alguien y  aprender a amar.  Cuando entras en la Comunidad tienes una gran necesidad de ser amado, seguido, protegido, educado, para después aprender a amar, a cuidar, a proteger y servir a los hermanos más débiles.
En este amor recibido y entregado descubres  que reencuentras tu vida, renace. Y tu corazón se abre sin miedo a aceptar el bien y luego te arremangas para darlo a los hermanos.  Así, de “custodiado” pasas a ser “custodio”, de  amado  te transformas  en el que aprende a amar.  Es el simple y auténtico camino cristiano que la Comunidad nos enseña a vivir para renacer. ¡Lo que recibiste gratuitamente, entrégalo! ¡Y serás feliz”

Saber conducir hacia Jesús
La primera vez que hice de “ángel custodio” sentí que la Comunidad me tenía mucha confianza. En seguida me di cuenta que me encomendaba una vida y entonces tenía que empeñarme seriamente. 
En muchos momentos me vi pobre, egoísta, incoherente, pero en la oración me hablaba la conciencia y me ayudaba a poner más amor en mi relación con Mario, con gestos concretos de atención y caridad.  Poco a poco comprendí que no era yo el que lo sanaría o cambiaría, pero yo  sería el amigo verdadero que le indicaría  el camino para llegar a Jesús: es Él el que nos sana y nos hace personas nuevas.
Matej


Santo Padre Benedicto XVI – del Mensaje de Cuaresma 2012

“La atención hacia el otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. […]  ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son la ocasión de salvación y bienaventuranza.”


¡Cuánto amor recibí!
Cuando entré en la Comunidad me recibió con una sonrisa una chica eslovaca. Tenía mucha rabia adentro y  cada sonrisa suya me molestaba. Cuando comprendí que ella estaría junto a mí todo el tiempo no lo podía aceptar porque hacía diez años que vivía sola. Muchas veces la herí con las palabras, con los gestos, con la comida, en el trabajo. . .y no podía entender cómo seguía sonriéndome, dándome fuerza y esperanza para recomenzar.   Veía que quería enseñarme cómo hacer las cosas y yo siempre hacía lo contrario, actuando con mi cabeza y mi orgullo.  Ahora entiendo cuánta paciencia y amor tuvo conmigo perdonándome continuamente; le agradezco mucho porque si no fuera por ella, seguramente yo no estaría más aquí.  Ahora, desde que  partió a la misión, rezo por ella y espero que algún día nos podamos reencontrar. Hoy me encuentro yo siendo “ángel custodio” de otras chicas, y en muchas situaciones me acuerdo de ella ¡porque amando comprendo cuánto amor recibí!
Marie

Sanar las heridas  sirviendo
Cuando me dijeron que haría de “ángel custodio” estaba feliz, pero al mismo tiempo tenía miedo de la responsabilidad.  Al donarme pensaba menos en mí, en mis errores, y de a poco  fui saliendo de mi egoísmo y  de mi sentimiento de víctima. Luché mucho por ella, y sin darme cuenta también por mí: sanaron muchas heridas, superé muchos límites y así pude experimentar la misericordia de Dios.
Ella y yo  discutíamos, llorábamos  y luchábamos juntas lo que fue construyendo una amistad verdadera: una relación basada en la verdad y no en evitarle el sufrimiento al otro.  Después de un tiempo, llegó otra chica a la casa para hacer las jornadas y también le hice el “ángel custodio”.  Todo lo que Dios hace tiene sentido: estar con esta chica me  mostró nuevas heridas que hasta ese momento las había aplastado; así, viéndolas, las pude sanar.  Dios me dio una nueva posibilidad de hacer  el “ángel custodio” y así pude sanar otras heridas.
A veces me parecía que el “ángel” no era yo, sino que Dios me había dado en las chicas jóvenes “ángeles” para abrir mis heridas, limpiarlas del mal y sanarlas.
Daniela

Un  amigo de verdad
Cuando entré en Saluzzo  y me pusieron a Luca de “ángel custodio”, me asusté un poco porque era un joven robusto, de un metro noventa.  Lo que más me tocó  el primer día fue su gentileza y disponibilidad hacia mí.  No entendía porqué tenía siempre una sonrisa en los labios y los ojos atentos y limpios; pensaba : “Quién sabe que hay detrás de estoy qué querrá de mí.” Necesité un tiempo para entender que me estaba transmitiendo cómo comenzar a caminar en la Comunidad, porque  yo quería tener razón y hasta llegué a reprocharle  que no lo sentía como un amigo verdadero.
Lo que poco a poco me fue uniendo a él  fue que todas las veces que discutíamos, él venía a pedirme disculpas y a hablarme al día siguiente  para explicarme  mis muchas preguntas.  Luca me tocó, veía su interés por ayudarme y explicarme las cosas con sinceridad y mucha paciencia. En él encontré un amigo de verdad y se lo debo a la Comunidad.
Alfredo


Hablarle al Corazón de un Amor más Grande

“Cuando te piden que pienses, guiar, aconsejar y proteger a un hermano que entra después que tú, es una escuela de vida para ti. Que hoy te llamen a ser “ángel custodio” de un chico, significa poder madurar las elecciones importantes para la vida de mañana. Hay jóvenes que ya salieron de la Comunidad, casados, con dos o tres hijos, una linda casa, un trabajo en el que son apreciados justamente porque son hombres como se debe ser. . . y cuando vienen, ¿saben de qué me hablan? De su “ángel custodio” o de algún chico al que ellos le hicieron de “ángel custodio”: recordando las cosas positivas, los diálogos de esperanza y confianza, la fuerza para andar adelante, los sacrificios vividos juntos, las discusiones para crecer en el bien. . .Hacer el “ángel custodio” hace dar un salto de calidad en el amor: es una superación que se transforma en fuerza, equilibrio, paciencia, seriedad; ejercitas hoy todos los valores y las virtudes preparándote para lo que tendrás que hacer en el futuro. Si nunca custodiaste a otro, si nunca fuiste “ángel custodio” de alguien, ¿cómo harás mañana para ser responsable de tus hijos, de tu mujer, de tu familia? La confrontación directa entre un chico joven y tú, que eres su “ángel custodio”, transforma tu vida porque es un servicio, una misión, un regalo para el otro, es amor. El amor es paciencia, benevolencia, confianza. “¡Eh, mira Elvira, ese ya se escapó cuatro veces, es un pezzone!!!” me dicen. Y yo respondo: “ Prueba de nuevo, dale confianza una quinta vez, ¡eso es el amor!” Así se ejercita la caridad, se ensancha el horizonte y tú te haces más bueno. ¡Entonces sí que tendrás un futuro si eres bueno! La bondad no es abstracta, la bondad se ve en los gestos concretos: el amor es paciencia, sonrisa, recibir bien, es bondad, diálogo, verdad.
Espera que el otro tenga confianza en ti, muéstrale que se puede confiar, entonces verás que él después te cuenta lo que le pesa en el corazón.
El ángel custodio debe ser una presencia positiva. Es una presencia de luz, de escucha, que sabe darse y sacrificarse por el bien del hermano, para hacerle regresar la sonrisa a los labios y la alegría en el corazón: para que vuelva a tener confianza en sí mismo y alegría de vivir. El ángel custodio, con la entrega de su vida, habla al corazón de un amor más grande: habla del amor de Dios.”
(de una catequesis de Madre Elvira)

 

 

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