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Ilaria

¡Soy Ilaria, tengo veintisiete años y deseo comunicarles la alegría de la vida nueva y auténtica redescubierta en la Comunidad! Provengo de una familia cristiana donde siempre respiré amor y unidad, pero quizá faltaba la oración. Desde niña fui muy sensible y  mucha de la realidad que veía alrededor me hacía sufrir. ¿Por qué tanta  violencia, rabia, pobreza, divisiones, soledad? ¿Por qué Dios permite esto? ¿Para qué me creó Dios? Me daba cuenta que era pequeña y pobre para encontrar las respuestas adecuadas a las grandes preguntas, entonces me callaba y me encerraba en mí misma. Al inicio de la adolescencia comenzaron muchos problemas en mi casa, laborales y familiares, y mi hermano y yo reaccionamos de distintas maneras. Yo me cerré y comencé una vida sin reglas, desordenada, que me llevó a la droga.  Hoy entiendo que Dios utilizó esto para llevarnos a todos a su casa a través de la Comunidad Cenacolo.  Hasta ese momento, en efecto, mis padres  se preocupaban por encontrar la solución a sus problemas, sin alcanzarla porque no habían  encontrado el amor de Jesús.  Ese fue el encuentro que cambió nuestras vidas, que desde ese momento estuvieron centradas en la oración. A pesar de esta ‘fascinación’ inicial, todavía no estaba lista para  dejar todo y lanzarme también yo en los brazos del Padre. Así, seguí mi vida entre muchas actividades que  creía que me darían la felicidad, pero solo huía de la realidad y de mi incomodidad interior.  Llegó un momento que no podía sostener el ritmo frenético que yo misma me había impuesto, sentía que mi corazón estaba  muy árido y pedí entrar en la Comunidad para  hacer una  experiencia.. . .¡que ya dura más de siete años! Al principio fue muy difícil y tuve que admitir que no sabía quién era ni qué quería. Gradualmente me fui descubriendo y conociendo en la oración y las amistades que iba haciendo, sin ellas todo hubiera sido incoloro. Con el paso del tiempo fue surgiendo el deseo de entregarme a los demás y comprendí que  me realizaría sólo cuando lo lograra. Entonces expresé mi deseo de partir a las misiones y luego de un tiempo me enviaron a Brasil, ¡donde vivo desde hace más de cuatro años!  Es la experiencia más bella e intensa que hice. ¡Desde el primer instante me di cuenta que  finalmente había llegado al lugar que siempre había  buscado! Los niños me abrieron un mundo nuevo donde el amor tiene el primer lugar, donde se perdona y se recomienza continuamente.  ¡Cuando juego, hablo o sirvo a los niños con los que vivo, siento una gran paz y la cercanía de Jesús que  nos abraza y nos calienta el corazón!  Hoy alcanzo a responderme las preguntas que me hacía desde chica. Comprendí que la vida vale si se entrega, si se desgrana para los demás, y que todo lo que  acaparo para mí termina siendo un peso que no me permite caminar libremente. Agradezco infinitamente a Dios porque encontrar a la Comunidad nos hizo renacer como familia. ¡Agradezco a mis padres que siempre me sostuvieron en mis elecciones! Un gracias de corazón a los amigos, con “A” mayúscula, que encontré en estos años y que siempre me relacionaron con el único Amigo que jamás desilusiona: ¡Jesús! Me hizo feliz el encontrarlo. ¡Buen camino en la alegría para todos!

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