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2003

Noviembre 2003 – Un encuentro inolvidable
La Providencia nos hizo el regalo de poder encontrar de cerca   al Santo Padre, luego de una audiencia de los miércoles. Tenerlo cerca, descansar un poco a sus pies, apoyar nuestras “pobres vidas” en la roca de Pedro, recibir su bendición, fueron momentos de fuerte emoción y de intensa fe.
“. . .cuando nos encontramos delante del Santo Padre no sabíamos qué decir, es como si las palabras no pudieran expresar lo que estábamos viviendo: nosotros de rodillas delante de Pedro, nosotros recibidos y bendecidos por Juan Pablo II. Lo miraba asombrado: su rostro estaba casi paralizado por el Parkinson, su cuerpo “rígido”, pero sus ojos azules eran vivísimos, nos escrutaban, nos sonreían. Estábamos allí, él estaba con nosotros: apoyé mi mano sobre el trono en el que estaba sentado, tenía necesidad de apoyarme en el trono de Pedro, en la roca de nuestra fe, en él, Pedro, Juan Pablo II, frágil físicamente, pero  potente interiormente. En un cierto momento su mano se levantó, nos bendijo con un gesto cansado para él pero luminoso para nosotros, luego extendió su brazo rígido y dos veces me tocó la frente bendiciendo mi vida, mi pobreza, mi ministerio, los jóvenes que amo y que sirvo: ¡pensando en ese momento aún siento viva la conmoción, siento agradecimiento a Dios por habernos dado un Papa tan grande!”

Diciembre 2003 – XXV°  aniversario de Pontificado
Todo el mundo elevó su agradecimiento por estos veinticinco años de pontificado de Juan Pablo II. Creyentes y no creyentes reconocieron en él  a un hombre con una fuerza y un carisma especial. A ese numeroso pueblo que expresó públicamente su agradecimiento, unimos nuestro pequeño y simple coro de “gracias”, en la voz de algunos hermanos y hermanas  consagrados, de familias, de chicos y chicas de la Comunidad que se unieron en este momento de agradecimiento a Dios  por parte de la Iglesia.

Sor Elvira
Querido Padre de corazón Universal, al pensarte me nace gratitud y alabanza al Señor porque se hace visible a través de pequeños y grandes gestos de amor, de dolor y de fidelidad, en los que se  pronunció desde los albores de tu juventud, cuando tu historia todavía estaba encerrada en el corazón  del Padre.
Un día la Divina Providencia me condujo frente a ti por primera vez, y entre la multitud nos encontramos con la mirada, te acercaste y pusiste tu mano sobre mi cabeza. Esos segundos de cercanía me comunicaron La simplicidad, la belleza, la pureza, la libertad de una fe granítica, colosal, capaz de llevar, sostener, guiar a la humanidad con todas sus heridas en el corazón, el alma y el cuerpo. Me transmitiste la sustancia de la fe  que  todavía hoy estoy comprendiendo y vivo la fe no como un concepto, como una idea, como religión, sino como persona que ama, que sufre, que actúa. La fe es la caridad, es donarse uno mismo para hacer vivir a los demás, la fe es repetir y hacer vivir a Jesús hoy.
Pensarte y recordarte es para mí coraje y alegría del riesgo en el amor.
Gracias Santidad por toda la vitalidad, la fuerza y la vida que comunicaste y comunicas a toda a toda la grande, bella y preciosa familia de la Iglesia.

Padre Stefano
A menudo al mirarte trato de descubrir cuál es el secreto de tu vida, de tu fuerza que hace superar las barreras de la “formalidad” con la espontaneidad de un corazón libre, de tu coraje que hace caer los muros de la desconfianza con la fuerza del perdón, que te da  libertad para mostrar al mundo también tu debilidad física y tu sufrimiento, que te hace ser tú mismo  ya sea cuando eres alabado o cuando se burlan de ti o eres  despreciado. . .y creo haber descubierto el secreto: está en el diálogo silencioso y apasionado, sufrido e intenso que sólo Tú y Tu Dios conocen; está en las notas de tu oración hacia Él y en la ternura del oído de Dios que se inclina sobre ti para llevar juntos, sobre tu espalda encorvada, el peso del mundo.
 Gracias por todo lo tuyo que no se puede fotografiar, porque está esculpido en el corazón, en el silencio de tus súplicas, de tus lágrimas, de tu esperanza, de tus desilusiones, de tantos sufrimientos vividos, tragados y ofrecidos a Dios por nuestro bien.
Gracias porque me enseñaste que las cosas más importantes de la vida de un hombre son las que no se ven, sino que se viven en lo secreto del corazón, con intensidad y emoción, en un diálogo permanente y  sincero con Jesús, única Roca de la Vida.

Sor María Pía
“HABEMUS PAPAM” : recuerdo hace veinticinco años su rostro en el balcón de San Pedro. ¿Un Papa extranjero? Algo extraño para los italianos, acostumbrados a tener un Papa italiano. Un Papa fuerte, deportivo, que escalaba montañas y celebraba la Misa frente a un crucifijo hecho con dos  maderas cruzadas, que amaba esquiar y descender veloz por las cuestas nevadas. Un Papa que rompía los rígidos esquemas que enredaban a los “Papas”  en un imaginario lejano a la gente, encerrado en los palacios del Vaticano, sumergido entre libros, obras de arte y vestuario. Este Papa polaco se hizo conocer y amar.
Ahora más que nunca su palabra es fuerte y eficaz porque está llena de historia, de sufrimiento, de oración, de mucho coraje. Gracias, ahora que es difícil escuchar tu voz, tu sufrimiento y tu persona hablan de Él  y por Él.

Sor Rosangela
 Respiro de tu persona mucho coraje: el coraje de pedir perdón, de abrirse y recibir la diversidad, de luchar por la paz, de perder las fuerzas y  tener necesidad de ser ayudado. ¡Gracias porque eres un testimonio creíble!

Simona y Daniel
Tu amor por María te acompañó con fe y esperanza  en estos veinticinco años como Vicario de Cristo en este mundo  dividido por el egoísmo. Tu vida nos enseña que cualquier cruz se puede recibir con serenidad sólo si se mira al “Crucifijo” con amor y gratitud por un Dios que se hizo hombre para nuestra salvación. Supiste transmitirnos a  las familias cristianas el sentido de la unidad, de la amistad, de la caridad , de recibir  la vida con alegría, de la paz entre  la familia, como valores fundamentales para ser un signo del amor infinito de Dios por el mundo entero.
Tomamos tus palabras: “La familia es el objeto fundamental de la evangelización de la Iglesia, pero también es su indispensable sujeto: el sujeto creativo. . .
Es en ella que a través de la obra de la educación se forma la estructura misma de la humanidad, de cada hombre sobre la tierra.” (Del Sínodo de Obispos dedicado a la Familia, septiembre 1980)
Gracias porque nunca como ahora, aún débil y frágil físicamente, eres amado por la humanidad.

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