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Editoriale dic. 2010

El verdadero sol de la vida está dentro nuestro

         La providencia de la vida siempre es Providencia: tenemos el don de entender la verdad de la vida para vivirla bien, con mucha fe, esperanza y amor.

Después de años de oscuridad y de pecado, encontramos la belleza del don  de la vida y debemos darle fuerza, alegría y esplendor. El mundo se renueva si  podemos vivir y testimoniar la alegría de vivir.

         Si verdaderamente hubiera alegría en nuestras familias, los hijos no se drogarían. Por eso ahora tenemos que aprender  juntos  a recibir la vida como un don de Dios. Nuestros jóvenes, desde la infancia, perdieron el valor de este don porque nosotros, los adultos, no nos dábamos cuenta de ellos, no supimos ver sis necesidades; siempre había mucho que hacer: ir a trabajar, ganar más dinero. . .Con nuestro comportamiento, les transmitimos a nuestros hijos que las cosas eran más importantes que ellos, que el tiempo dedicado a ellos, que estar juntos, dialogar, jugar, y ellos, cuando crecieron buscaron la alegría y el sentido de la vida en las cosas y no en la vida misma. Pero en cierto punto se sintieron perdidos en esta mentira: ¡en las cosas no encontraron la alegría que buscaban!  Quedó dentro de ellos un gran vacío y tristeza.

         Hoy, al haber encontrado la luz de Dios podemos decir que  lo que pasó con esos hijos perdidos fue una bendición para toda la familia, porque también nos dijo una verdad a nosotros los adultos: ¡la vida se vive adentro! Tenemos que creer que dentro nuestro está todo lo bello, lo bueno, lo auténtico que deseamos!  Nunca lo pensamos, convencidos que  solo es importante lo que se ve. Pero Dios, que es un Padre Bueno y verdadero, se preocupa de nuestro bienestar interior: cuando nos  equivocamos y estamos mal, cuando perdemos la paz y estamos en lucha con nuestra conciencia, podemos  volver a la alegría y la luz porque nuestro Dios nos dejó el sacramento del Perdón. ¡Si te  has equivocado, si has hecho algo que no va, puedes ir a confesarte y te das cuenta que nuevamente estás bien por dentro!

¡Es tan simple la vida, vivirla! ¡No es algo pesado! ¡La vida es esplendor! Ahora también yo  volví a ser pequeña porque los años pasan pero estoy más contenta que nunca. Porque cuando era niña era muy pobre y tenía muchos miedos en cambio ahora estoy aquí con ustedes, rica de fe, libre para amar y servir.

¡La vida es bella!  El Señor hizo todo bien y nosotros debemos recibirlo, también cuando el hijo se perdió. Nosotros estamos aquí porque nuestra cruz no es más una desgracia. Esa cruz nos puso en camino hacia una vida más verdadera, hacia la conversión, hacia Dios y hoy nos incomodamos para querernos y caminar juntos; estamos unidos para  alabar al Señor, para vivir en la alegría  nuestra vida  reencontrada. ¿Hubieran pensado que alguna vez lo harían?

         Cuando conozco a alguien, lo primero que le digo es: “¡Sonríe, sonríe, haz una sonrisa, sonríe!” ¡La sonrisa es la expresión de la alegría de la vida, es el sol aunque nieve, porque dentro nuestro está el verdadero sol de la Vida!

 

                    De una catequesis de Madre Elvira a los jóvenes y a las familias

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