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S.E.R. Card. Christoph Schönborn. Homilía

S.E.R. Card. Christoph Schönborn
Homilía

         Querido hermano Obispo, queridos hermanos sacerdotes, diáconos, querida Madre Elvira, queridas hermanas, Señor Síndico, señor Comandante de los Carabineros.

         Todo comenzó con la hospitalidad, la hospitalidad de Abraham: la lectura de  hoy.

         Quisiera que todos tuvieran delante de los ojos el famoso ícono de la Santísima Trinidad, representada en la hospitalidad de Abraham: tres ángeles sentados en torno a la mesa. Abraham ve a estos tres hombre que llegan, bajo la encina de Mamre, con el calor del mediodía y habla con ellos como con una persona: Tres vidit  et Unum adoravit.” Decía san Agustín, “Vio a tres y adoró a Uno.”: ¡la hospitalidad de Abraham! Aún antes de llegar al misterio de la Trinidad , admiramos su hospitalidad. Le dice a Sara: “Apúrate, hazles  el pan.” Luego dice

 “. . . tomó el mejor ternero y se lo dio al siervo “ y todavía le dice “. . . prepara de inmediato  la comida”. El apuro oriental es diferente del nuestro, ¡no es la  quick food! Ellos se toman el tiempo para la hospitalidad: este  “apuro” de Abraham es el apuro del corazón, hacer todo lo posible por los huéspedes ¡y por su hospitalidad, Abraham recibe la visita de Dios!

         Recuerdo cuando Madre Elvira me contaba de su mamá, de su hospitalidad. Eran pobres, pobres, a menudo no tenían lo suficiente para comer, pero su mamá recibía a los pobres. Los hermanos se enojaban porque tenían que compartir con estas personas, pero la mamá quiso recibir a los pobres y así  recibió a Dios: ¡la hospitalidad. . . que cualidad, qué don! La Carta a los Hebreos dice que  por la hospitalidad algunos hospedaron  ángeles.  ¡Abraham recibió a Dios en su tienda por  ella!

         Agrego dos cosas más sobre el famoso ícono de la Trinidad: sobre la mesa hay una copa con la cabeza de un  ternero. Es el ternero que Abraham ofreció a los huéspedes, pero en el ícono también es signo del sacrificio  de Cristo. Hoy estamos en torno a esta otra mesa, a la que el mismo jesús, Dios mismo, nos invita, Él mismo preparó el sacrificio, ¡su propio sacrificio!

         Hay otra cosa importante: en el ícono, una cuarta parte de la mesa está vacía, los tres ángeles están sentados en torno a la mesa, pero una cuarta parte está  libre. Somos nosotros los invitados a esta mesa, el cuarto lugar es el nuestro, estamos todos invitados por la hospitalidad de Dios que nos ofrece Su Vida, Su sacrificio. Es la hospitalidad de Abraham que se cumple en la hospitalidad de Jesús sobre el altar.

         Agrego una cosa sobre la segunda Lectura. Pablo a los Colosenses dice algo sorprendente: “¡Hermanos, estoy contento en el sufrimiento!” Es extraño estar alegre en el sufrimiento. Pablo hace la experiencia cristiana  “Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de Su cuerpo, que es la Iglesia”.

         Cada uno de nosotros debe pensar: algún día sabré que el sufrimiento que  alguien aceptó sirvió para mi salvación. Recuerdo cuando tenía veintitrés años: joven dominico, tiempo de gran crisis vocacional,. . .plena crisis del sesenta y ocho . .luego de muchos años me enteré que un Padre, al que apenas conocía

¡ había rezado mucho por mí en ese momento!  Santa Teresita del Niño Jesús dice que un día en el Paraíso nos  sorprenderemos al descubrir quiénes contribuyeron a nuestra salvación, a través del sufrimiento aceptado con alegría, para completar lo que falta al sufrimiento de Cristo para, para el Cuerpo de Cristo, para nosotros, su Iglesia.

         El tercer  punto, que también es el último, porque me dijeron que la Misa debe ser breve, la predicación no muy larga, porque muchos de ustedes  tienen que viajar mucho para llegar a sus hogares, hasta Eslovaquia, Austria, Polonia. . .

Es el bellísimo Evangelio de Marta y de María, el Evangelio de hoy.

         Hicimos la experiencia de que las dos son necesarias. María eligió la mejor parte, la que está escrita allí en alemán: “Si rezan, no tengan miedo del futuro.”  Madre Elvira me lo dijo, lo dijo con fuerza en estos días: “No tengan miedo del futuro, no miren para atrás. . . no tengan miedo del futuro, porque el que reza, el que escucha a Jesús, el que se toma el tiempo para rezar, para escuchar a Jesús, no puede temer al futuro.”

         Y hay un secreto ¡al que reza no le falta el tiempo para los demás! A menudo yo estoy apurado porque tengo mucho para hacer pero siempre experimento que si me tomo el tiempo para la oración, no me falta el tiempo para los otros. La hospitalidad de Dios, que recibimos en la escucha, en la oración, nos da la fuerza para servir a los otros “de inmediato”, con coraje, con decisión y por esto Marta hace bien en servir, pero María eligió la mejor parte.

He aquí el mensaje del Evangelio de hoy: busquemos serle fiel.

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