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Sábado 17

FIESTA DE LA VIDA -2010-
CARDENAL SCHONBORN – CATEQUESI  (Lc 10,29-37)

 

“Un doctor de la Ley  se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: ¿Maestro, qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Así comienza el pasaje del Buen Samaritano. Saludo  a todos los buenos pastores que están aquí, especialmente a los  Obispos. Para comenzar esta catequesis les preguntaría: “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” Todos tienen esta pregunta dentro del corazón: qué hacer para tener vida, vida plena, viviente, vida eterna. Por eso, aunque ese doctor de la Ley es una figura mínima en el Evangelio, nos da una enseñanza desde el comienzo con la pregunta.

         Todos somos peregrinos en la tierra, estamos todos en camino a la patria eterna. ¿Tenemos esta pregunta en el corazón?  Tenemos que reflexionarlo en la adoración: Jesús que es la vida eterna está presente en medio nuestro, y quien tiene a Jesús tiene la vida eterna. ¿Qué debo hacer para tener a Jesús en mi vida?

Cuando responde, Jesús no nos remite a una teoría sino que  nos  remite a la  Palabra de Dios. “¿Qué está escrito en la Ley?”  Dios nos habla, nos indica el camino de la vida con su Palabra.  Una característica de todas las nuevas comunidades que pude conocer, es que siempre hay hambre, sed,  de la Palabra de Dios, porque descubrieron que Su Palabra nos muestra el camino de la vida, de una vida auténtica, plena, que no acaba con la muerte.

         Tenemos una idea de la Ley como de algo que se impone, que nos corta la vida y que para vivir hay que liberarse de la ley. Pero para los hebreos, la “Torah”, la “Ley” era como una esposa y hay una bella fiesta en el judaísmo, la fiesta de la Ley, donde en la sinagoga bailan con la Ley, la toman en los brazos como a una esposa, y bailan con alegría, porque Dios  nos dio Su Ley, porque la Ley de Dios orienta nuestra vida, ¡no nuestras ideas o nuestra  fantasía!  Por eso hay una gran alegría en seguir la Ley. Los hebreos, todavía hoy tienen una bella idea de la Torah: dicen que cuando Dios creó al mundo, sacó de debajo de su trono a la Ley, porque ya estaba y según ese proyecto creó el mundo. Si no seguimos la Ley de Dios no sólo estamos en contraposición con Él  sino con toda la creación, y todos sabemos que si el mundo  no sigue la Ley de Dios se vuelve triste.  Los hebreos nos pueden enseñar qué cosas hacen de un hombre, un hombre “derecho”, justo.  Para nosotros la Torah es Jesucristo porque Él nos mostró el camino de la vida.

         El doctor de la Ley sabía bien cuál era el núcleo, el centro de la Ley: amar a Dios y amar al prójimo, como si supiera antes de que Jesús lo dijese,  que el corazón de la Ley es el amor. Sin embargo hay una dificultad porque este doctor de la Ley era astuto, su corazón no estaba limpio.  El Evangelio nos dice que este doctor quería poner a prueba a Jesús, porque tenía la sospecha de que no estaba frente a un hombre justo.

         Al meditar esta Palabra tenemos que prestar atención a los detalles. Cuántas veces en nuestros diálogos el corazón no está limpio, claro . . . por eso la parábola nos deja una enseñanza de cómo comportarnos recíprocamente: no hacer jueguitos para engañar al otro sino ser sinceros unos con otros.

         Jesús le responde:” Has respondido exactamente; obra si y alcanzarás la vida.” Pero el doctor de la Ley, “queriendo justificarse”. . . ¡Cuántas veces nos queremos justificar en nuestros diálogos: quedar bien, estar bien vistos, defendernos cuando tenemos la impresión de que hay un malentendido, que no aparentamos lo que queremos. . .nuestra imagen. . .¡cuántas veces hacemos cosas para justificarnos!  El doctor sintió que Jesús había captado su astuta intención.

Frente a la verdad, a la honestidad, a la libertad de Jesús, sintió que no estaba muy correcto y quería justificarse. Luego, en la adoración podemos pensar cuántas veces queremos justificarnos.  Quizá los que tuvieron más dificultad en la vida puedan aceptar mejor  el hecho de que no podemos justificarnos, que tenemos que aceptar que  a veces  no quedamos bien.  Nosotros, los buenos religiosos, los sacerdotes, los Obispos, los Cardenales,  queremos quedar bien, cierto que debemos dar una buena imagen  ante el mundo y ante la Iglesia. Pero Jesús nos enseña: “No trates de quedar bien, trata de ser simple.” Lo que nos enseña esta parábola es la simplicidad que tanto le placía a Jesús y a Dios.

         “¿Quién es mi prójimo?”  Lo sabemos todos, tenemos tantos. En nuestras Diócesis hay muchas parroquias y todos sus hombres y mujeres  son mis prójimos ¿cómo me ocupo de todos? Hay mucha miseria en el mundo ¿cómo me voy a ocupar de toda la miseria del mundo? ¿Quién es mi prójimo? ¡Déjenme en paz! Es la típica reacción del corazón humano frente a lo imposible.

         Jesús no  da una respuesta teórica, no hace un discurso general sobre el prójimo, ni una teoría sobre la gradualidad: primero empiezas con esto. . .luego amas un poquito más aquello. . . No, no hace una teoría sino que cuenta una historia. El método de Jesús es ponernos en contacto con una historia concreta, vivida. Todos podemos decir que nuestro camino de fe, de vida no se hizo  con teorías, ni siquiera con  el estudio del Catecismo; es importante, debemos conocerlos, pero el camino de la fe se hace con ejemplos, personas e historias concretas. Si tuviéramos el tiempo, cada uno de ustedes podría contar la historia de cómo conoció el Evangelio. Nunca olvidaré lo que me contó Madre Elvira de  su madre y de su ejemplo. Sin los ejemplos que encontraron en su camino, ustedes hoy no estarían aquí. Con los seminaristas visitamos en estos días  los santos del norte de Italia: comenzamos con Pablo VI en Brescia, luego con el Beato Papa Juan XXIII en  Sotto il Monte, después fuimos a Milán y conocimos un poco a San Ambrosio y a Carlos Borromeo, Obispo de Milán, llegamos a Turín  para ver a los santos de la vida social, Cafasso, Don Bosco, el Cotolengo. Luego pensamos que lo mejor era terminar en el presente esta cadena de testimonios de fe. Ahora en la Fiesta de la Vida vinimos a encontrar los testimonios que hoy cuentan cómo Cristo resucitado nos muestra el camino de la vida. Por eso llegamos a Saluzzo.

         Pablo VI  decía que no cuentan los maestros sino los testimonios. Si los maestros cuentan es porque son testimonio. Necesitamos testimonios. Ahora Jesús  nos cuenta la historia de un testimonio.

La bajada de Jerusalén  a Jericó es enorme: el punto más bajo está a 250 metros  bajo el nivel del mar. La vida de un hombre es una subida difícil, dura, pesada, pero hacia Jerusalén. Ese hombre hace el camino contrario y el camino a través del desierto de Judea es muy peligroso: valles estrechos y bandidos.

         Creo que el hombre que cayó en manos de los bandidos es una imagen que dice mucho en la Comunidad Cenacolo: los bandidos de hoy son muchos, destruyen la vida, hacen mucho daño. Los conocen mejor que yo.

         Más bien  hablaré de los que pasaron: un sacerdote y un levita. Lo ven y  “cruzan la  calle”  dice la edición en griego. Como hacemos nosotros cuando vemos un drogado por la calle: cruzamos la calle para no tocarlo, para no verlo. Estos dos no dan una buena imagen, y Jesús sabe porque toma el ejemplo de un sacerdote y un levita: es una crítica dura. Yo digo: “Jesús , eres un poco duro con nosotros, los sacerdotes, que tenemos tanto trabajo. . .reuniones en la parroquia.. . .no tenemos tiempo para ocuparnos de los borrachos o drogados. . .” La situación también era peligrosa, los bandidos  todavía pueden estar cerca y temían por su vida. Escaparon: es muy humano, lo hacemos muchas veces. Ayer en el auto vi una joven drogada en  la estación de ómnibus. Había bastante gente que esperaba el ómnibus, y esta pobre drogada trataba de leer un diario, titubeaba, era flaca,

flaca. . . Pasar rápidamente para no verla, cerrar los ojos, olvidar . . . ¡se entiende,  muchas veces lo hacemos!  Hay también motivos religiosos, de piedad: un sacerdote judío  debía estar puro para el culto, si tocaba a  alguno que yacía en su sangre se volvía impuro, no podía celebrar la liturgia. Así que también había motivos religiosos. Pero Jesús da otro ejemplo.

         El samaritano es una provocación porque era extranjero. En Turín y en Brescia vimos a muchos extracomunitarios. ¿En que se esta transformando Europa? En Viena  ya hay un 20% de extranjeros  Es una situación que cambia completamente el rostro de Europa. El otro día, tuvimos la noticia de que en una escuela de Viena  de  doscientos niños, solo tres eran católicos. Las cosas cambian rápidamente en esta Europa. ¿Cuál es nuestra respuesta cristiana? ¿Cómo actuar en esta situación? Siempre digo a mis fieles: presten atención porque ya un cuarto de la población de Viena son extracomunitarios, son parte de nuestra Iglesia, de nuestra vida, no hagamos una oposición entre  los extranjeros  y nosotros. Jesús nos da el ejemplo de un extranjero. Mis Pequeñas Hermanas del Cordero –la Comunidad de Hermanas de la que soy responsable como Obispo-  viven  de la  mendicidad y todos los días van a las casas a pedir el pan cotidiano. Me dicen que a menudo los musulmanes las reciben más calidamente que  los nuestros. Los ejemplos de los paganos o de otras religiones nos dicen que la caridad no está reservada solo a los cristianos, que la caridad vivida se encuentra  hasta en los más alejados de la fe.

         Este samaritano “se conmovió de compasión”  La palabra llave de esta parábola es “compasión”, que en griego y en hebreo tiene un significado muy fuerte.  Es una palabra que a menudo ocurre en  el comportamiento de Jesús.  La palabra hebrea es  rahamin”, las vísceras. Este sentimiento viene de lo más profundo del hombre, en hebreo también significa el seno materno. Un sentimiento visceral de compasión: es un sentimiento que no viene sólo de la cabeza, sino también  del corazón, todo el hombre es tomado por la compasión. Muchas veces en el Evangelio vemos que Jesús es tomado hasta las vísceras  por la compasión. Por ejemplo, cuando  quería retirarse con sus discípulos a un lugar para reposar, querían tomarse “vacaciones”, pero cuando llegan a ese lugar solitario, se encuentran una multitud de cinco mil personas que lo esperaban. Los Evangelios dicen que Jesús se conmovió de compasión “porque eran como ovejas sin pastor.” Los invito a estudiar la compasión de Jesús. Cuando llegó a la ciudad de Naim, cuatro hombres llevan un muerto, detrás iba la madre, una viuda, era su único hijo. El Evangelio dice que Jesús fue “conmovido por la compasión.” Por todo esto la palabra usada en la parábola del buen samaritano tiene tal importancia: no puede pasar de largo, ¡lo  hace detener!  Y hace todo lo necesario para ayudar a este pobre.

         El ejemplo del samaritano le habla a todos los hombres, sean más o menos creyentes. En Viena tenemos una asociación socialista que cuando se fundó era muy anticlerical, contra la Iglesia, pero se llama “Arbeiter Samariterbund”, ¡“Asociación de Trabajadores Samaritanos”!  Es una asociación de voluntarios para ayudar a los enfermos. Me pidieron que bendiga la central de esta casa y lo hice. Me conmovió mucho ver a estos “buenos socialistas”, que en una época eran muy anticlericales, ahora  menos. . . y el jefe de esta asociación me llevó a su oficina y me mostró un ícono, que hizo pintar por un pintor ortodoxo: el buen samaritano. Quería que le bendijera el ícono; este hombre, socialista, me hizo una catequesis que jamás olvidaré, la catequesis de este “buen socialista” me explicó: “¿Sabe que en la tradición ortodoxa el buen samaritano siempre está representado con la figura de Jesús? ¿Sabe que el verdadero buen samaritano es Jesús?”  Es verdad, es Jesús. ¿Quién tuvo  tal compasión con nosotros sino Jesús? Es Él quien se detuvo, no pasó de largo junto a nosotros viendo cuán heridos estábamos, medio muertos, cómo yacíamos en nuestra sangre. Él no pasó de largo, te vio a ti, a mí y se detuvo, descendió, se acercó. ¿Quién  se comportó como prójimo más que Jesús?

         Al final de la parábola Jesús invierte la pregunta. Al comienzo el doctor de la Ley pregunta “¿Quién es mi prójimo?”,  al final Jesús pregunta,  “¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?” La  cuestión no es “¿Quién es mi prójimo?” sino “¿Hacia quién me comporto como prójimo?”  La pregunta no encierra una teoría sino que  es “¿Cuándo soy llamado a ser tu prójimo?  ¿Y quién hizo esto mejor que Jesús?

         La interpretación patrística, la interpretación ortodoxa, también la iconografía nos dice que el hombre caído por los bandidos somos nosotros, y está Él, Jesús, que nos lleva sobre su asno a un lugar, que, dicen los Padres, es la Casa del Padre.

         Estamos invitados a encontrar a ese buen samaritano en la Adoración Eucarística: Jesús, el buen samaritano, no pasa de largo  mis heridas,  mis sufrimientos, no me deja en la calle, me toma y me lleva a la casa del Padre.

Demos gracias a Jesús, nuestro buen samaritano.

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