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Argentina

Fiesta Aniversario en Buenos Aires  | 

Me siento un misionero de la Comunidad Cenacolo porque en ella reencontré la vida y estoy aprendiendo el modo de vivirla en plenitud. Sentí fuerte en el corazón la urgencia de compartir con otros, más bien con todos,  esta forma  de vivir la Palabra de Dios y de encontrarme con Él, que me había transformado la mente, el corazón, el espíritu. Encontré en nuestro modo de vivir y de rezar la “llave” que abre los sepulcros dentro de los cuales me escondía.

La Comunidad luego me mandó  “en misión” junto a otros chicos justamente a una casa en mi tierra. Entonces sentí que llevaba el aliento de mi familia, el “Cenacolo”, a una tierra que conozco bien y que es justamente mi casa.   Esto se confirmó bien este jueves 25 de septiembre, Fiesta de la Virgen del Rosario de San Nicolás, día de gran fiesta popular en honor a la Virgen, una de esas grandes demostraciones latinoamericanas de amor a María. Había muchísimas personas, pobrísimas, muchas familias con muchos hijos, enfermos, niños, ancianos, aborígenes y muchas personas muy humildes y muy devotas. Gracias a la ternura de la Virgen nosotros estábamos ahí para testimoniar nuestra Resurrección.  En ese  momento  sentí que después de haber recorrido el mundo fui devuelto  a mi tierra para servir y para amar a mi pueblo. La Virgen de verdad piensa en todo, porque me sana, me reconcilia con gran parte de mi pasado.

La Comunidad me ofrece la gran esperanza que da a los que más la necesitan. Pienso que la misión antes que nada nos maravilla a nosotros los  misioneros, pero también nos confirma en la fe, porque se está siempre en primera línea y por ende vemos siempre delante nuestro a Dios que obra milagros en abundancia, con ternura, y generosidad. ¡Gracias!

                                                                                                Santiago

 

Hola, soy Paolo y desde hace poco soy un misionero aquí en Argentina.

Tan poco que todavía debo prestar atención, cuando me voy a lavar, para quitarme la cruz que me regaló Madre Elvira. Lo único que puedo decir es que desde que comenzó esta aventura, comencé a confiar mi futuro a las manos de María sin calcular más. Antes de partir no me importaba adónde iría, sólo puedo decir que no quería volver al mundo y  desperdiciar fuerzas  en  cosas que me parecían que  valían poco.

Llegué aquí con el deseo de trabajar para construir una casa que acogiese a los chicos en dificultad de este país. Por el contrario, me encontré una casa donde los chicos ya estaban y debía insertarme en el grupo. Esto significó muchas veces aprender a ceder. Los chicos me dejaron libre de hacer lo que creía, pero cuando las cosas andaban como yo quería, notaba que había alguna otra cosa que estaba perdiendo: los chicos que se alejaban de mí. Tuve necesidad de luz y de ser acompañado en este camino.

Por suerte los sacerdotes amigos de nuestra casa no faltaban, pero igualmente fue difícil confiarme y abrirme en lo que estaba viviendo.

Así, una confesión después de otra, me volví a acercar primero a Dios, después a los hermanos, de los que busqué el perdón.

La gran confianza que me dio Madre Elvira me motiva cada vez  más a continuar en la misión de convertirme en signo de Misericordia, de Esperanza, del Amor de  Dios por nosotros.

¡¿Cuándo hubiera podido imaginar recibir todo lo que cada día recibo?!

¡Gracias!

  

Para mí vivir en misión es una experiencia de vida nueva. Estoy hace cinco meses en Argentina y cada día puedo descubrir la presencia y el Amor de Dios en la vida cotidiana. Ahora veo tantas cosas dentro se mí que no había visto nunca antes y  voy descubriendo  que verdaderamente es un don grande y una gran responsabilidad estar en misión y dar esperanza y alegría a los demás… ¡Gracias!  

                                                                                           Pawel

 

Hola, me llamo Kurt.

El deseo de venir en misión nació en mí sin saber ni siquiera lo que me esperaba y antes de darme cuenta ya había llegado aquí a la Argentina. Siento que la experiencia en este lugar me está haciendo crecer porque dándome a los demás, me estoy conociendo y aceptando a mí mismo.

Aquí en misión estoy aprendiendo que está la posibilidad de pedir ayuda a Dios en la oración. En mi camino comunitario ya había aprendido a rezar, pero ahora siento que puedo justamente compartir con Dios mis luchas, mis inseguridades y pedirle a Él consejo y fuerza.

               Fue un gran paso en mi camino aprender a  lanzarme a cosas nuevas, no ser más el chico un poco cerrado, un poco inseguro que se tiraba para atrás. Ahora, todavía más motivado por la situación, hago cada día la experiencia de recomenzar en lo concreto, sin muchas palabras,  comienzo  a sanar los miedos y las inseguridades que  llevo  en el corazón.

En estos días me conmovió mucho ver cuánto tengo para aprender y para compartir con personas con las que tal vez antes no me lo hubiera esperado nunca. Pensaba venir a ayudar personas más pobres que yo y en cambio soy yo el que soy ayudado por ellos. Porque aprender a querer a todos es ganar en libertad, en confianza en uno mismo, en alegría. ¡Gracias!

Kurt

 

Llegar a esta casa en Argentina fue un poco como retroceder al tiempo de mis primeros años en Comunidad. Me puse en la piel de los chicos que entraban, eran como yo los primeros tiempos, destruidos y con muchas heridas, y ¿de qué estaban más necesitados? Necesitaban ser escuchados, amados y perdonados. Así  comenzó un recorrido de educación que muchas veces me ponía a prueba porque se necesita coherencia, no se puede decir a un chico que sea sincero si uno  no  es sincero. Aprender a decir siempre la verdad sin miedo es un ejercicio que cuesta, pero es un primer paso que te libera. Introducirlos en la oración es muy importante, pero no se les puede hablar de Dios Padre y Amor si no encuentran en vos un amigo que los sepa escuchar, amar y perdonar.

Creo que para un misionero la oración es esencial, viviendo a decenas de millares de kilómetros de distancia se toma conciencia de que la Fe en Él es la única base, que nos sostiene, esto lo experimento todos los días. Recuerdo que antes de partir Madre Elvira, bendiciéndome y regalándome un rosario me dijo: “Te debes enamorar de María”, para mí  eso fue hablar muy claro.

         Los primeros tiempos de todos modos son siempre un poco más difíciles porque está el problema de aprender una lengua, las costumbres y los diversos modos de vivir que no se tienen que comparar con los nuestros o querer cambiarlos, sino con mucha humildad aprender a aceptarlos.    Otra cosa para mí importante fue tener confianza y aprender a abrir el corazón primero, decir  mi pobreza sin miedo para que también los demás lo puedan hacer.

La Misión, no obstante mi pobreza me enseñó mucho, en el rostro de cada chico que entra en Comunidad trato de descubrir el rostro de Cristo pobre, y así vivo pobre entre los pobres, aprendiendo a amar y creciendo en cada cosa, intento hacer todas las cosas con amor para que puedan tener un sabor distinto. Agradezco cada día a Dios por todos estos dones y a la Virgen por su fuerte presencia en nuestra casa.

Cada día es una novedad en la que se lucha, se sufre, se reza y se ama en la escuela de María en silencio, aceptando todos nuestros límites.

Agradezco a la Comunidad por este don inmenso: hoy siento que crecí como hombre y como consagrado.

Luca

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