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Jueves

El saludo de Madre Elvira

 

            Si no apreciamos el don de la vida, todo el resto, todo lo que somos y tenemos, está abandonado,  descuidado y nos volvemos pobres y tristes.

Démosle la palabra a la vida, a una vida que no sea sólo apariencia, sino “de adentro”: una voz “desde adentro”, un rostro “desde adentro”, un amor “de adentro”. . . y entonces veremos cosas grandes.

            Lo primero que nos dio el Señor  ha sido el don de la vida pero algunos todavía no lo entendieron. Algunos todavía no abrazaron, no amaron su vida y todo se reduce a “hacer”, hacer  muchas cosas, pero  haciéndolas  sin sentido.  Como cuando te dan un cajón de duraznos, los de arriba están hermosos, perfumados. Luego, al tocar los  de abajo se nota que están  blandos y medio podridos.

¡Basta de apariencias, porque la apariencia no basta! Debemos comenzar a vivir  el  “desde adentro”, a vivir verdaderamente nuestro ser para poder  finalmente ser felices.  Estamos aquí para festejar la vida, no sólo la de los jóvenes que han vuelto a vivir sino la de todos nosotros. Es hermoso que cada año  estén estos  días  de alegría ¿Porque, en el fondo, quién es el que ha dicho Yo soy la Verdad y la Vida?  La  vida es el Resucitado, y sólo Él puede decir  Yo soy la Vida   porque   su vida nos la ha dado a nosotros. ¿Y qué hacemos nosotros en vez de estar extrafelices y agradecidos  por semejante don precioso?  Solamente miramos  lo que pusimos  encima, lo que construimos  alrededor de la vida: lo que hacemos, lo que nos dicen los otros…Sin embargo, la vida es un don de Dios  ¡y Dios no nos engaña!  Él sabe que de la vida nace otra vida, nace la esperanza, nace el perdón, nace la misericordia, el amor. . .y sólo si apreciamos la vida podemos vivir estos valores que el Señor nos ha dado. ¡Queremos aprender a  agradecer a Dios y a perdonarnos a nosotros mismos!  ¡Abracémosla, no  despreciemos más a nuestra vida!  La vida es importante, y en la vida de cada uno ocurren muchos milagros. Los milagros no los hace sólo Jesús; cada uno de nosotros  es capaz de hacerlo: el milagro de un abrazo, de un perdón, de una mirada  alegre, de una reconciliación. Estos son los milagros y nosotros los hemos visto en  los jóvenes que  llegaban a la Comunidad llenos de rabia, de tristeza y con mucha nostalgia de Alguien a quien no conocían.  Pero cuando poco a poco comenzaron a encontrarlo nunca más quisieron escapar.

Dicen que los jóvenes son difíciles: ¡no es verdad!  Dicen que los jóvenes son vagos, indiferentes, que “no quieren ir a Misa”: ¡no es verdad!  Los jóvenes de hoy saben hacer sacrificios, saben renunciar a las cosas materiales, a la televisión, a la discoteca, a salir de noche . . . yo me asombro continuamente. Estos son los milagros de la vida que no se pueden negar porque suceden delante de nuestros ojos. Es la potencia de la vida, la fuerza de la vida, la necesidad de la vida: por esto es que  debemos acoger  la vida. . . y agradecerla, agradecerla, agradecerla.

Yo podría decirles muchas palabras, pero no alcanzarían.No basta sólo hablar de   vida, de alegría, de paz, reconciliación, oración, caridad. . . todas las cosas más bellas del mundo, no basta decirlas, el mundo de hoy necesita verlas. Se tienen que ver los frutos, los frutos de la elección de la vida cristiana.

            Por esto están ustedes aquí. Vienen porque han visto en la vida de estos jóvenes los signos de la transformación. Ni siquiera esto es suficiente; debemos ver el milagro en nuestra vida “desde adentro”.

            Estamos aquí para contemplar y festejar la vida que renace y vuelve a ser alegre dentro de nosotros.

 

¡Buena Fiesta de la Vida para todos!

Gracias.

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