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Padre Stefano

P. Stefano agradece al Obispo luego de la Santa Misa.
Domenica 
21 de octubre de 2007

        En nombre de la Comunidad le doy la bienvenida a Monseñor Sarlinga. Hablamos  antes de la Misa y me dijo que para el obispo era una obligación visitar una casa de jóvenes. Pero es un deber hecho con amor , y los chicos lo saben, que le gusta venir y que a los jóvenes les gusta que él venga. Entonces la obligación se convierte en regalo, don hecho con amor.
        En nombre de todos nosotros, de los italianos, de Madre Elvira, le digo “gracias” por estar aquí, por la paternidad hacia nuestros chicos.
 A ustedes , amigos argentinos, quiero decirles que el Evangelio de hoy son ustedes. La viuda  que  cargaba con la muerte de un hijo, del marido ,  golpea a la puerta de Dios esperando justicia. La justicia de Dios es misericordia y es resurrección.
         También ustedes como esta viuda se hicieron cargo  del dolor de estos  jóvenes de Argentina y vinieron a golpear a nuestra puerta. No abrimos enseguida, fuimos un poco como el juez malo, pero vimos en su insistencia la verdad de lo que pedían. Si se es fiel es porque es verdadero, y ustedes han sido verdaderos en este amor a los jóvenes, no ha sido sólo un sentimiento momentáneo.
         Se reunieron y empezaron a rezar con algunos sacerdotes, entre ustedes. Se formó una comunidad de oración y empezaron a golpear al corazón de Dios : y en un momento nuestra puerta se abrió.
         Estamos muy felices de estar en su tierra, que ya la sentimos como nuestra tierra, porque cada tierra es amada por Dios y está habitada por hombres.
Siempre está presente este “por favor, hacéme justicia”, de la viuda que me conmueve y la respuesta es que siempre aparece Cristo como una necesidad de nuestro corazón.
         Cuántas veces nosotros, los muchachos, en la oscuridad, en el luto de nuestra vida muerta le dijimos a Dios: “si estás, hacé justicia”. Y ahora estamos acá: la justicia de Dios  es este lugar de esperanza donde Dios nos muestra que  su justicia es vida que vence a la muerte.
Ahora estamos construyendo la casa mientras construimos la vida. ¡Qué importantes los cimientos!  Madre Elvira siempre nos dice que el cimiento del camino de la Comunidad es la verdad, es vivir en la verdad. Al vivir en la verdad la vida se construye sobre sólidos cimientos.
          Los jóvenes saben que cuando en Comunidad se comienza a rezar, se despierta la conciencia y se  ve la verdad de cada vida: tantos errores, tanto mal, tanta destrucción, tanta droga…tantas cosas antes de la droga que nos dañaron…
El momento en que se ve la verdad ya no es más un momento de desesperación, ahora es el momento de la justicia y responde a esa necesidad de justicia que llevamos adentro. Cuando vemos la verdad de nuestra vida, Dios nos perdona y nos hace resucitar, ese es el momento del milagro, la resurrección  que realiza Dios.
          Nosotros somos el milagro. Pero sepan que cuando llegan aquí no tienen que quedarse sólo con el milagro, traten de que nazca adentro el deseo de encontrarse con quien realizó el milagro, que es Dios, el amor de Dios. Todos somos el milagro, porque drogados o no, todos necesitamos de la justicia de Dios.
Gracias querido obispo por el amor y la amistad, gracias a ustedes, los sacerdotes que son amigos de esta casa, permiten que  cuando se les despierta la conciencia a los jóvenes, encuentren el abrazo misericordioso de Dios en el sacramento de la Reconciliación.
          Gracias amigos, porque son el tesoro más grande. Hace muchos años que Elvira decidió que viviéramos de la Providencia, que es confiar en Dios y en la bondad del corazón humano. Es hermoso,   ustedes, los amigos valen mucho más que toda la plata del mundo porque la amistad en la fe es la verdadera riqueza.
          Hemos venido de Italia para decirles de todo corazón que estamos muy contentos de estar en esta tierra bendita:  AR – GEN – TI - NA

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