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Testimonios

Georg
Bienvenidos a todos en Romersteinbruch.
Soy Georg, los saludo e invito a dar gracias junto a nosotros. Gracias de corazón al Señor por el don de esta Comunidad, gracias porque existe un lugar donde Dios da la vida otra vez a las personas que han tocado “el fondo” y no sabían más a donde ir. Agradecemos al Señor por habernos tomado de la mano llevándonos a una vida nueva y dándonos hoy la posibilidad de estar aquí con ustedes para alabar a Dios.
Especialmente quiero decir “Gracias” a María, Madre del Cenacolo, y también Madre Nuestra, de cada uno de nosotros. Es Ella que ha hecho posible todo lo que hoy tenemos la gracia de vivir. Es fascinante: si pienso a mi mismo…hoy domingo de tarde… normalmente estaría aún en la cama, en una habitación oscura, solo, triste y desesperado, sin futuro y sin ganas de vivir.
En esta semana de preparación, muchas veces me han venido las lágrimas como ahora, porque es hermoso pensar como el Señor me ha tomado de la mano y me ha dicho: “Georg ¡aún tienes muchas cosas por hacer!” , agradezco a la Madre de Dios por esta Comunidad y porque hay muchas personas que rezan.
No estaría aún en vida si no hubiese tenido una madre, una familia que creía y rezaba: “Ave María… Santa María!” Gracias a todos los que han rezado junto a nosotros por todos los preparativos. Está también el sol, por el cual hemos rezado mucho y es hermoso poder estar acá.

Katarina
Buen día a todos. Soy Katarina, tengo veintidós años, soy croata pero he vivido siempre en Viena y ahora estoy desde hace tres años en la Comunidad en Italia.
Entré a los 19 años por dependencia de droga. Mis problemas habían comenzado mucho antes que la droga. Desde siempre me había faltado la familia.  Mi mamá había quedado embarazada muy joven de mí y mis padres se separaron antes de que yo naciera. Desde pequeña sentía este vacío dentro mío y la rabia por la separación se volvía cada vez más grande. A los catorce años comencé a buscar afuera lo que no encontraba en familia y solo un año después me fui de casa y terminé en la calle.
Sentía siempre el deseo de ser libre y pensaba que esa fuera la salida justa. Hoy puedo testimoniar que en vez era el camino al infierno. He comenzado a hacer uso de drogas pesadas casi enseguida: primero la cocaína y poco después la heroína que se volvió para mí: ¡la madre, el padre, el hermano, los amigos…todo!
Caminaba en una calle oscura, a solo diecinueve años no bastaba más ni siquiera la heroína y comencé con la morfina y les garantizo que ahí ya era una chica muerta.
La morfina había apagado todo en mí, no tenía más esperanza, estaba sola en la calle y toda la dignidad la había perdido.
Para mí hoy es una grandísima alegría regresar a casa y estar delante de ustedes después de tres años. Estoy orgullosa de estar aquí y poder contarles que he encontrado al Señor. Hace tres años cuando he comenzado a prepararme para entrar en la Comunidad, mi madre debía llevarme porque yo no estaba en grado de estar en pie, y estoy segura que la fe de mi madre, de mi familia, me ha dado la vida otra vez.
Cuando entré en la Comunidad no fue fácil, era difícil confiar en alguien, porque en la calle no existe la confianza y mi vida afuera giraba solo alrededor de la droga y de los intereses.
Estoy pensando y en este momento me viene en mente cuanto tiempo he pasado en las estaciones de esta ciudad esperando solo una cosa: “la heroína y ahora estoy aquí delante de ustedes y puedo decirles que mi vida ha cambiado. ¡Hoy tengo una vida nueva! Estoy aquí de frente a ustedes, yo que una vez estaba en la oscuridad absoluta y hoy les hablo de Dios. Tengo un deseo en el corazón y es aquel de decirles a todos los jóvenes: que hay esperanza, que la esperanza existe y yo la he encontrado en el Señor y no cambiaría mi vida con la de nadie.
Me siento de ser la chica más feliz de este mundo. En Comunidad he encontrado el amor, la verdad y la fe. Y si estoy viva hoy puedo agradecer solo a Él, porque ha sido solo Él, en las noches cuando tenía frío y tenía hambre, a darme su mano y llevarme en Comunidad. Esta vida nueva es una vida llena de sorpresas, de alegría, de luz y de esperanza.
Agradezco al Señor, a la Comunidad, Madre Elvira, padre Stefano y mi familia que hoy está aquí. Dentro mío han nacido nuevos deseos, especialmente aquel de tener también yo un día una familia cristiana llena de esperanza y llena de alegría.¡Gracias!

Florian
Buen día, me llamo Florian, tengo veinticinco años, y desde hace tres años estoy en la Comunidad. Como Katarina también yo tenía problemas con la heroína.
Creo que todo inició con el divorcio de mis padres, que ha dejado en mí una profunda herida de la cual comencé a escapar. Tenía miedo e inicié a esconderme y a encerrarme en mi mundo. El amor lo buscaba en las cosas del mundo y las satisfacciones pensaba de haberlas encontrado en la droga.
Al inicio era solo una diversión pero luego se volvió un medio para escapar de mí mismo. Siempre quería ser “más” de lo que era, no me aceptaba.
A los quince años comencé a usar drogas livianas, para luego pasar gradualmente a las pesadas hasta que me volví dependiente de la heroína.
En aquel tiempo tenía una novia y tuvimos un hijo y a pesar de esto continué a caer siempre más, dándome cuenta de mi incapacidad de controlar la situación. No aceptaba esta situación pero no tenía la fuerza para cambiar nada. En poco tiempo mi mundo se derrumbó.
También mi novia se drogaba y teníamos problemas con los asistentes sociales. Allí fue el primer momento en que me dije la verdad: tenía necesidad de ayuda.
Nuestro hijo fue una gracia que Dios nos ha dado, porque si aunque nosotros nos drogábamos él nunca lloraba…sonreía siempre. Su sonrisa desencadenó en mí el deseo de hacer algo por mí mismo.
Ahora luego de este tiempo que vivo en Comunidad estoy feliz de haber logrado dar este paso porque el Cenacolo me ha llevado a Dios y me ha dado esperanza, la esperanza de ser un buen padre para mi hijo.

Nora
Buen día! Me llamo Nora, tengo veinticinco años y soy de Viena. Entré a la Comunidad hace dos años. También yo estoy orgullosa de estar delante de ustedes y poder mostrarles que he cambiado, que soy una persona nueva: ¡no solo fuera sino también dentro!.
He encontrado la fe, que antes no conocía porque era atea. Creer en Dios significaba para mí ser débil y en vez descubrí que la fe es fuerza que te permite decir que eres débil y que tienes necesidad de ayuda en la vida.
Entré en Comunidad por varios motivos, porque tenía muchos problemas conmigo misma. A los doce años comencé a sentir un vacío dentro mío, tanta soledad y tantas dudas sobre mis cualidades: que no soy bastante linda, inteligente, fuerte, que no soy como los demás, que no pertenezco a nada y a nadie y debo estar siempre sola.
Comencé una dieta porque quería ser siempre más flaca; era un modo para llenar mis vacíos, pensando también de volverme más fuerte. Sucedió que quedé verdaderamente sola y deprimida. Me alejé mucho también de mi familia y de todos, con mucho miedo a socializar. Con el tiempo comencé a beber y todo empeoró con el divorcio de mis padres cuando tenía dieciocho años.
Quería aparentar dura, no quería escuchar más nada…solo apagarme, no ser más yo misma. Comencé a tomar pastillas, antidepresivos con calmantes y ahí no podía más. Gracias a Dios mi padre me ha visto, me llevó a su casa por un año y me ayudó mucho. Al inicio me llevaba a hacer varias terapias; a veces yo escapaba, pero él no aflojaba y me preguntaba: “…Y que hacemos ahora?”. Pero nunca perdió la esperanza en mí y al final me propuso la Comunidad Cenacolo. Me enojé porque pensaba que mi familia quería mandarme a Italia solo para alejarme de casa. Me parecía todo tan difícil, también el hecho de aprender otro idioma me parecía imposible. Sinceramente no creía que todo esto me pudiese ayudar, ya había “cerrado la puerta” de mi corazón. Cuando mi padre me dejó en la Comunidad me dijo: “Si regresas a casa en menos de dos semanas tu vida se volverá verdaderamente un infierno”. Sus palabras se quedaron grabadas, parecía que me hubieran despertado y me quedé por esto.
En Comunidad debía aprender a aceptar mi pasado y comenzar una nueva vida, una vida de amor, de esperanza, con personas a mi alrededor que querían ser amigas.
Amigas que me decían la verdad, que me ayudaban a conocer a mi misma, a levantarme en los momentos difíciles, que estaban cerca cuando quería aislarme, cuando estaba enojada. Esto para mí era algo totalmente nuevo.
Ahora deseo simplemente tener un corazón puro en cualquier lugar me encuentre, quiero ser sincera, quiero poder mirar a las personas en los ojos y sentirme transparente. Quiero ser un instrumento en las manos de Dios, quiero llevar la paz a quien no la tiene, especialmente a los jóvenes.
Agradezco a todos ustedes que han venido y que se han dado la oportunidad de ser personas más felices. ¡Gracias!

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