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Madre Elvira

Es una alegría para mí poder decir ¡gracias! Porque juntos hemos entendido que tenemos necesidad de amarnos. Y nosotros sabemos que el amor verdadero, el amor que dura, el amor que se difunde nace del sacrificio. De hecho ustedes han venido aquí haciendo un sacrificio, pequeño o grande que haya sido. Y nosotros podemos asegurarles que esta noche regresarán a casa asombrados, maravillados y enmudecidos: no hay más palabras cuando se ve la resurrección en vivo. Ustedes saben que estos jóvenes han sido “quemados” por la droga, pero hoy podemos contemplar que la droga, la muerte, el mal, no tienen la última palabra porque Jesús ha vencido, nos ha liberado y luego nos ha resucitado.
Queremos estar muy unidos en la paz. El rey de la paz es Jesús de Nazaret. Es Él que nos enseña a vivir. También para nosotros cristianos es difícil testimoniar que somos creyentes. Pero debemos continuar a precio del martirio: ¡no importa! Porque sabemos que luego del martirio estará la luz perenne. Debemos liberarnos de los miedos, de cualquier temor y permanecer en la paz porque aunque si nos martirizan ¡Jesús está con nosotros!. ¡Jesús está con nosotros! ¡Suceda lo que suceda! Y si Él está nada de miedo. Esto se lo pueden decir los jóvenes de la Comunidad: no tienen más miedo porque desgraciadamente han tocado la violencia, la falsedad, la muerte del infierno, aquel infierno que se llama droga… Pero ahora han saboreado y están experimentando que cosa quiere decir la vida: la belleza de la vida, la grandeza de la vida, hacer el bien con la vida, siempre más. No nos dejamos frenar por la pereza, el aburrimiento y la insatisfacción. Nosotros hemos nacido para vivir y vivir bien, haciendo el bien a todos.

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