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Homilía del Padre Pino Isoardi

Homilía del Padre Pino Isoardi,
del Movimiento Contemplativo Misionero “P. de Foucauld”, de Cuneo.

Soy sacerdote desde hace 25 años y aún  es una verdadera alegría para mí  celebrar la Eucaristía. Cuando fui ordenado sacerdote pedí dos gracias. Les diré solo una: “Señor, haz  que aunque llegue a dar cien años de Misas, nunca me habitúe a la Eucaristía”, el Señor en estos años no me ha desilusionado. Cada Eucaristía, aún la más simple, cuando estoy en las misiones con sólo  tres personas, la inicio con un poco de temor , dándome cuenta del misterio que se celebra.
Estamos aquí por la fiesta,  les deseo a todos estos jóvenes y familias  que cada instante sea un momento de alegría. No olvidemos que nuestra alegría es Jesús. La alegría no es una cosa,  es una Persona, es un Rostro y entre nosotros quien más ama a Jesús es aquel que tiene más alegría y es también el más humilde porque quien ama verdaderamente a Jesús se vuelve humilde como Él.
Hace algunos días, en un hospital, encontré un póster que decía: “Estatuto para los que han nacido  cansados” les leo algunas de las reglas: “Ama el reposo como a ti mismo”, “No hacer hoy lo que puedas hacer mañana” , “Si ves uno que duerme, ayúdalo”, la última decía: “Si te vienen ganas de trabajar, espera que se te pase”. En el momento hace reír, pero pensé  que si fuera en serio el título debería ser: “Estatuto para morir de aburrimiento y sin sentido”.  La Comunidad nos enseña lo contrario de este estatuto: “Se vive para amar”.  El sentido de la vida es el Amor, y cuando amamos es el verdadero  reposo. El corazón  reposa en el amor. No se descansa durmiendo las veinticuatro horas, eso es morir de aburrimiento. “La vida es un poco de tiempo que Dios nos regala para que aprendamos a amar”. Esta es la tarea más grande de nuestra vida, si no hemos aprendido a amar hemos fracasado. Nuestra vocación es en primer lugar el Amor.
Otra palabra para nombrar el  Amor es “Santidad”. Somos llamados a ser santos y como Dios lo desea más que nosotros podemos tener confianza aún cuando seamos frágiles.
Oseas es un profeta que vivió 750 años antes de Jesús, es el primer profeta que habla de la relación con Dios en términos de ternura y amor. Luego,  a través de él se abre una corriente de la revelación bíblica dentro de este registro. Dios a través de él nos recuerda su nacimiento y su juventud 500 años antes. En la lectura se usan conceptos de ternura, “le enseñaba a caminar...” Luego sigue un lamento de Dios, “pero ellos no comprendieron que los cuidaba”.  Nosotros estamos sumergidos en el amor de Dios todo el día pero podemos estar distraídos. La peor tragedia es encontrarnos en la puerta del Paraíso y darnos cuenta de que hemos desperdiciado la vida en miles de  banalidades, porque  no nos dimos cuenta de  que navegábamos en el Amor. Esta será la última tristeza antes de entrar en el Paraíso. Darnos cuenta de que en la vida nos hemos preocupado de muchísimas  cosas menos  la de atender a ese amor. Que nadie se lamente por no ser amado. Alguno puede  pensar que tiene amor pero ni el amor de los padres más santos basta, porque dentro de nosotros está instalado  el miedo a no ser amados, a ser abandonados. A este miedo no lo vence ningún amor humano. Nosotros necesitamos un amor más grande que la muerte y este Amor se llama Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mí aunque  muera,  vivirá”. ¡El Amor vence también a  la muerte!
Si cuando se van de esta fiesta llevan al menos la intuición de ser amados , entonces verdaderamente habrán vivido la fiesta. Este es mi deseo para cada uno de ustedes.
Tenemos necesidad de personas enamoradas del Amor. He aquí el sentido de una sor Elvira, de personas consagradas. Los santos son los primeros en tener claro que no son santos sino enamorados del Amor, son profetas y tienen la tarea de despertarnos y decirnos: “Levanta la mirada, eres amado”.
Jesús manda sus apóstoles en misión diciendo: “Gratuitamente habéis recibido, gratuitamente den”. Este es el estilo de Dios. Dios padre dona el Hijo gratuitamente en la Eucaristía. El Hijo de Dios no se compra, no se conquista, se recibe.
Hay dos canales para recibir el Amor: uno es el sacramento del perdón, el otro es ponerse en silencio de rodillas delante de la Eucaristía y escuchar a Jesús que habla a tu corazón: “Este es mi cuerpo ofrecido por ti, esta es mi sangre derramada por ti” Yo te amo, no tengas miedo de amar, yo amo contigo y amo en ti.

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